lunes, 19 de diciembre de 2016

Cuadernos










Los cuadernos del taller de artes del Htal. Álvarez no tienen renglones. Sus tapas son reproducciones de las obras realizadas en los encuentros semanales en la sala de internación en salud mental.
Amamos lo imperfecto, los cursos fluctuantes y lo imprevisto. Lo raro, lo deforme, el error, la arruga y el pliegue.


 









PRIMER FESTIVAL DEL TALLER DE ARTES !


domingo, 10 de julio de 2016

Brotes, Claudia Masin


BROTES

Desde la niñez, sabemos
que hay anchos espacios deshabitados dentro nuestro,
algo así como puntos de fragilidad
donde el sufrimiento tiende a concentrarse hasta que explota,
como si en un campo hubiera franjas secas
donde nada puede ser sembrado ni crecer
sin terminar devorado por las alimañas o enfermar.
Un árbol puede sentir cuál es el brote, entre todos los suyos,
en el que van a ensañarse las plagas,
cuáles no van a sobrevivir,
cuáles no tienen la fuerza necesaria.
Cuanto más conoce sus flaquezas, más amor le reserva porque sabe,
de esa manera cierta e inexorable que sabe la materia,
que no puede dejar librado a su suerte
a lo que ha sido puesto en el mundo
para alimento de una vida más potente,
más decidida a seguir delante de la manera que sea.
Si el amor nuestro pudiera también depositarse en la falla propia y
ajena,
en la parte lastimada que no es apta para la supervivencia,
podrían desprenderse de nosotros
–como pestes que encontraron su remedio-
la violencia que volcamos
sobre lo que no puede defenderse,
la cobardía con que aceptamos como natural
la prepotencia del más fuerte.

Claudia Masin

miércoles, 22 de junio de 2016

taller del 21 de Junio


Obra colectiva, 5 manos


taller 31 de Mayo.



taller del 14 de Junio


Obra colectiva, 6 manos

taller del 7 de Junio


Trabajos publicados en la edición 189 de la revista Campo Grupal



Sumario de la edición de junio (189) de la revista Campo Grupal:

Taller de escritura
-¿Se puede aprender a escribir ficción?
Por Luis Gruss 

No sé si todos…
-Subjetividad de un tiempo oscuro
Por Fernando Fabris

Todo ha sido modificado
-Salvar el taller
Por Gisela Candas, Luz Barassi, Fabio García

Devenires
-Hacia una pedagogía de la evanescencia
Por Juan Trepiana

La peste de Kalachi
-Los expulsados de la vigilia
Por César Hazaki

¿Quién decide qué es lo normal y lo patológico?
-Algo más sobre el autismo
Por Rosa María Marrone

Psicodrama
-Acerca de un uso posible de la música
Por Gustavo Kendelman

Singular y diferente
-“Ser uno mismo”
Por María de las Mercedes Guidobono

Libros
-La última sesión
Por Héctor J. Freire

-Discursos del poder
Por Carlos Solero

Secciones:

Corpografías
Por Carlos Trosman

Tránsitos
Por Patricia Mercado

Desde el patio
Por Teresa Punta

Gotitas de psicodrama
Por Yuyo Bello

Días y flores
Por Carolina Wajnerman

Héroes, ídolos y otras yerbas
Por Diego Punta

Chamuyos
Por Colectivo Chamuyos

Agenda de actividades

.....................…................
Director: Román Mazzilli
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jueves, 26 de mayo de 2016

CRÓNICA Y AION



Antes del nacimiento y hasta
el último instante de la muerte,
hombres y mujeres oyen sin un instante de reposo.

Pascal Quignard


El taller decide hacer llegar una música. Como decide tan pocas otras cosas, pero con tanta convicción, el taller resume una vez más un llamado a otras melodías que permitan hilvanar los silencios de otros modos, con otros tonos y nuevos tintes.
Llega entonces la música, ya no murmullo de radio, ya envolviendo la música al televisor gris del comedor y torturando, la música, al enfermero que trata de escuchar al gremialista que protesta una vez más. 
Canta el violín alegrías y tristezas.
Baila la caja peruana chacareras.
Silva y aplaude el extremo norte del lento pasillo de la sala de veinticinco camas, sonando como una tribuna.
Gime el extremo sur del largo pasillo de la sala de mil camas y alucina, al mismo tiempo que despierta, atado, dolido, domado, sonando como leonera.
Rasga su voz el cantor y canta locuras, fisuras y descansitos.
Sueña y comenta el comentador, que sería maravillosa la locura y la fisura en Plaza Francia con un porro viajando entre los labios de los presentes.
Merodea el merodeante.
Chifla entusiasmo en el caminador inquieto, y perfora los tímpanos de las doctoras cuya piel ya estaba erizada desde hacía rato.
Ríen.
Suena la zamba de los caballos hacia la luna en la voz tersa de una mujer.
Baila la chacarera en varios, en palmas, en pies y corazones, en ojos y retumba en las paredes al par que habilita algunos trances.

Se presenta de repente un gesto ¿disonante?: “No me gusta esta canción, es muy triste ese violín”, dice la desdicha a los gritos.  Y propone cantar un rock and roll y al hacerse audible en una boca, canción que sale de una boca y no, de un vacío, no sale de un gemir, sale a batallar desde la boca.
Al hacerse valer y hacerse audible en la boca de un cuerpo que se va del ritmo, sigue sola nomás, desentona, corre sola y atrás las voces que quieren amistad. “No flaco, la tenés que conocer, escuchá este tema y seguime.” “Mirá que me voy, eh?”, dice la voz que emerge del coro entusiasta porque no soporta quizás esa armonía.

Se lee en Barthes que la sutileza del poder pasa por la heterorritmia.  Y precisa que al poner juntos dos ritmos diferentes se crean profundas perturbaciones.

Quizás sea hora del dolor de despegarse de las gentilezas para recordar una vez más que el sonido ignora la piel y que no conoce párpados. Y que el sonido se precipita porque no se trata de sujetos ni de objetos de la audición, y que el sonido viola y que allí está esa voz comentadora, batidora de duelos, para la denuncia.
Las orejas no tienen párpados y escuchar es ser tocado a distancia. Esa voz comentadora da cuenta de esa violencia.
Dice Pascal Quignard que quizás no haya música que no sea aglutinante, ya que no hay música que no movilice en el acto hálito y sangre.
¿Qué será entonces lo que duele, lo que daña? ¿La voz disonante disconforme denunciante distímica dismorfa inestética, muy sola ella que arruina el tímido arrebato de los coros, o el sometimiento a una y otra y otra obediencia más?
Porque la finalidad de la música es posible que sea solamente esta: atraer al otro. Y el taller lo había pensado así.
La música –toda ella- nos somete a trances. La escucha musical puede derrumbar la identidad al tiempo que el alma queda seducida.

un descansito y a seguir
que el día es largo para la hora en que me levanto
un ratito para reír
de un buen pasar, de un buen recuerdo

yo te juro, no me voy a colgar
esta rutina ya es parte de mi andar
yo te juro, no me voy a olvidar
Un descansito y a seguir

a la sombra de un árbol
andando en los rayos del sol
para una buena digestión
o dormir un poco mejor
en ofrenda a la luna
o en saludo al sol
un descansito y a seguir

caminé…
hoy los pies no me llevan a casa!
                                                                                                                                                                 
Matías Scholand

El significado más arcaico de Aión es el de vida. Aliento o fuerza vital y por extensión, el de duración o perduración de la vida. Más tarde pasó a designar las grandes eras o edades de la vida del mundo, los grandes ciclos del Cosmos. También se le asigna el Tiempo como vida siempre viva, sin principio ni fin, eso es la eternidad. Para los griegos Aión es Dios de la eternidad al que no le hace falta devorar nada para ser eterno, es a la vez niño y anciano, dios que tiene sentido en sí mismo, dios que no contempla los objetivos ni los planes sino que produce a acciones que tienen sentido en sí mismas. Dios que tan solo da, es precisamente el presente el momento en que Aión aparece o se desvela, pero un instante que no está desvinculado del antes o del después (Cronos).  Cuando la acción se produce bajo el auspicio de Aión, el camino que se recorre cumple el simple y único objetivo  que es meramente el recorrido.

De pronto, la guitarra es arrebatada por un cuerpo ruliento y enorme que tras un proceso mágico transforma a todo en un blues. El trovador inesperado se funde con las paredes de la sala y se produce una voz nueva, un canto que funde rock, pacientes, paciencia, pasividad, estallido y grito.
Electrifican amores.
Cantan Ojalá.
Vuelven a cantar Ojalá.
Tararea, baila, canturrea la enfermera roja.
Acaricia toqueteante una mano a un cuerpo que se resiste y sale disparado hacia el mismo lugar, la sala de internación.
Vibra en la emoción de los cuerpos una emoción no nueva.
Agradece un muchacho la visita y mientras se va él rápidamente, quién sabe por qué, qué importa, -porque es un visitante de la sala que lo acobijó por un tiempo, rumorean los otros-: y rumorean: Volvé cuando quieras, compañero, pero mejor si venís con unos mangos.
Atisba la mirada pequeña en un cuerpo inquieto y trémulo, buscando la hoja de siempre, siempre nueva, hoja para dibujar futbolistas, y se va, y vuelve otra vez y otra vez hasta que se entronca arrullando, dando sombra a un cuerpo atado en una cama gimiente.
Interpela, tras tupidos bigotes un cuerpo emocionado, enamorado, y le dice al pibe que trajo el violín: Yo te conozco a vos, vos andás entre mis amigos músicos, gente importante, los concertistas. Calla y otorga una vez más el violinista, y una sonrisa se dispara hacia la otra.

Tarde pero nunca demasiado tarde, un quince de marzo de un dos mil dieciséis, han pasado unos cuantos ángeles por la sala, y secreta y silenciosamente han besado cada frente.


Luz Barassi


domingo, 8 de mayo de 2016

ETC, ETC, ETC. (Y lo demás jamás será fondo)


entra, sale, se sienta, entra, vuelve a entrar, agarra el ipod, sale, se fuma un cigarrillo, entra,  vuelve a entrar, vuelve a entrar, pinta, grita, toma agua, entra, llora, canta, cuenta que conoce a Mirta, dice que terminó, entra, sale, ríe, inspecciona el pincel, asiente, cuenta una “buena noticia”, dice conocer, etc., etc., se para, terminó, entra, camina, sale, sonríen, vuelve a entrar, guarda, acompaña, sonríe, vive, camina, cuenta, cuenta, habla, camina, etc., etc., etc.

Etc.: Extensión
Extensio: “Acción y efecto de hacer que (se) ocupe más espacio”

Acciones, efectos, afectos que arman un espacio. Taller: acción, efecto y afectos que hacen que se ocupe un espacio. Un taller pretende ser una apariencia de continuidad, lo cierto es que “un taller” puede revelar un ritmo extraño a las paredes que lo rodean. Un taller no es fondo, no se funde con éste sino que difunde, a través de él, trazos que no se dejan tomar por lo ya dado.
Un taller plantea un inconveniente. “El problema de Alicia”: no poder producir un ritmo dentro de esa apariencia de continuidad.
Un taller devela formas que no quieren ser vistas, ojos que prefieren al merodeante, manos y pies que prefieren a la inquietud. Un taller está repleto de formas, una superposición de tramas y múltiples flujos que se vuelcan entre las tintas. Allí sobre la superficie “nada está escondido, pero no todo es visible”
“Una superficie es entonces un plano extremadamente poblado, un plano de agujeros y de luz que se consolida de manera anónima. Y, en ciertos aspectos, es necesario reconocerlo, un tal plano no deja ver nada (…) es como un campo de batalla: la batalla realiza un estado de agitación, en el cual no discernimos ninguna forma.”
Un taller es un instante de forma. Es un silencio momentáneo de esas inquietas formas, un silencio que, en su devenir, produce una pared de tonalidades. Un taller, quizá sea como dijo (sin saberlo) B mientras pintaba: etc. etc. etc. La extensión de miradas, de gestos, de tonalidades, de grises y afectos, de oídos atentos, de paredes endebles. Un taller es una extensión, superficie batallada donde se intenta instalar un corte en esa apariencia de continuidad.
Un taller es una superficie que intenta separar, despegar. Un taller separa, une... puede difundir trazos.


Gisela Candas
http://sadnac.portfoliobox.es/


SALVAR EL TALLER

“Todos ellos locos”, (tardes de taller)



“Se trata de una soledad extremadamente poblada.
No poblada de sueños, de fantasmas, ni de proyectos,
sino de encuentros”

Gilles Deleuze


OBJETIVO, léase como convocatoria de trazos, de planos-secuencia.

Salvar el taller es el objetivo de un espacio que se despliega los martes a las 15 horas en una sala del barrio de Flores. Salvar el taller, en realidad, anuncia el salvataje de una pared. No cualquier pared.

Salvar… ¿será “salvar” la palabra?

Centímetros de madera pintada a blanco que atestiguan los tránsitos anuales de quienes asisten a ese encuentro. Salvar la pared es aguardar a que ese blanco se vuelva color, se vuelva matiz de los afectos que se dejaron ingresar a la sala.

¿Salvar la heterogeneidad que late en la unión de los cuerpos?

No se trata de establecer objetivos o metas ni de instalar eso que llaman abordaje o alguna finalidad terapéutica. Se trata de realizar un llamado que convoque trazos que necesitan fugar para estrellarse.

Convocar trazos: movimiento esquivo a diagnosticar lo imposible.

Lo imposible: pasiones que eligen escurrirse entre las tintas.

Esquivar miradas para fundirlas en la hoja. Dibujar y pintar hasta que la misma vida nos obligue a decir que tenemos miedo de que nuestra imaginación se acabe. Entre anteojos y libros, rememorar las producciones pasadas, los departamentos de fotografía y las vocales enloquecidas. Fundir todo eso en la proximidad de la hoja. Aplastarlo contra esa blanca pared, matizarla, hacer enloquecer la pared, salvarla. Producir, inventar, contar historias con bloques de líneas-colores

Bloques que ilustran un movimiento enigmático, misterioso, ambiguo. Bloque que no pertenece a nadie, bloque que, en palabras de Deleuze, “ya no es de nadie, sino que está «entre» todo el mundo”

Y… ¿Quién se anima a imaginar la finitud de la imaginación?

El taller se convierte en la superficie donde transita una lucidez de ojos aniñados. A veces esa lucidez circula entre las sabanas, a veces se levanta y se estrella en la hoja. No hay interior o exterior para esta lucidez. Ella acecha espacios incorpóreos, requiere, pide por una fluidez que no reclame ni insista. El taller, para salvar la pared, no requiere de aprobaciones, consignas ni de profesores.

Se pregunta Breton: “¿En qué punto comienza la imaginación a ser perniciosa y en qué punto deja de existir la seguridad del espíritu?”

¿Acaso la imaginación carga con la culpa de aquellas miradas que no pudimos sostener?

Quizá, la imaginación comienza a ser perniciosa cuando ya no podemos recrear el reflejo de una seguridad que se manifiesta en trazos. ¿Será la mirada lo que no podemos sostener? ¿Qué daña? ¿Qué duele? ¿Un pensamiento que no se sostiene, un pensamiento que también se escapa de sí mismo?
Escribe Deleuze: “El gran error, el único error, sería creer que una línea de fuga consiste en huir de la vida, evadirse en lo imaginario o en el arte. Al contrario, huir es producir lo real, crear vida”

El taller requiere de la invención de bloques de líneas-colores, requiere de la creación de espacios donde se reúnan las líneas que provienen de cada material, de cada mañana, de cada sabana, de cada mirada. Hay (una) necesidad de que todo ello se estrelle en la hoja. Hay una necesidad de ser testigos de esa soledad, de un desierto que palpita.

Escribe Deleuze: “Un creador no hace más que aquello de lo que tiene absolutamente necesidad”

En el taller se superponen innumerables planos-secuencia. Nunca hay una única toma. Se experimenta cierto montaje que enlaza las líneas que aparecen en el tránsito por el espacio. En el taller se realiza una suerte de “montaje institucional”, donde al enlazar líneas e inventar bloques de líneas-colores, momentáneamente, se multiplican los presentes.

¿Puede en esta multiplicidad, en este caos, armarse una continuidad que no dañe?

En el taller, alguien nos enseña la oscuridad de ciertos trazos, nos enseña cómo se multiplica (hoy) su presente. Allí, en el detalle más curioso, puede encontrarse una imaginación que se sacie con el amargo tinte de una afección triste. Allí, esa negra imaginación anticipa que sostener la mirada, estrechar una mano, darse un abrazo o incluso un beso pueden dibujar negras distancias que ficcionen fatalidades.

Lograr teñir esa imaginación con cálidos colores es abrazar afecciones alegres que permitan crear un escape, abrir una línea de fuga. “Ejercer lo inédito, liberar un deseo sin forma y sin función”

En esa multiplicación de los presentes, donde se manifiestan lenguajes de acción presentes, misteriosos y ambiguos, se pueden producir nuevos territorios, gestos que esbozan nuevas líneas y producciones. Allí donde se lee multiplicidad, se lee la posibilidad de desterritorialización, de agenciar nuevas formas, como diría Guattari, de “engendrar cualidades del ser sin precedentes, nunca antes vistas, impensables”

Gisela Candas
http://sadnac.portfoliobox.es/