
“Todos ellos locos”,
(tardes de taller)
“Se trata de una soledad extremadamente poblada.
No poblada de sueños, de fantasmas, ni de proyectos,
sino de encuentros”
Gilles Deleuze
OBJETIVO, léase como convocatoria de trazos, de planos-secuencia.
Salvar el taller es el objetivo de un espacio que se despliega los martes a las 15 horas en una sala del barrio de Flores. Salvar el taller, en realidad, anuncia el salvataje de una pared. No cualquier pared.
Salvar… ¿será “salvar” la palabra?
Centímetros de madera pintada a blanco que atestiguan los tránsitos anuales de quienes asisten a ese encuentro. Salvar la pared es aguardar a que ese blanco se vuelva color, se vuelva matiz de los afectos que se dejaron ingresar a la sala.
¿Salvar la heterogeneidad que late en la unión de los cuerpos?
No se trata de establecer objetivos o metas ni de instalar eso que llaman abordaje o alguna finalidad terapéutica. Se trata de realizar un llamado que convoque trazos que necesitan fugar para estrellarse.
Convocar trazos: movimiento esquivo a diagnosticar lo imposible.
Lo imposible: pasiones que eligen escurrirse entre las tintas.
Esquivar miradas para fundirlas en la hoja. Dibujar y pintar hasta que la misma vida nos obligue a decir que tenemos miedo de que nuestra imaginación se acabe. Entre anteojos y libros, rememorar las producciones pasadas, los departamentos de fotografía y las vocales enloquecidas. Fundir todo eso en la proximidad de la hoja. Aplastarlo contra esa blanca pared, matizarla, hacer enloquecer la pared, salvarla. Producir, inventar, contar historias con bloques de líneas-colores
Bloques que ilustran un movimiento enigmático, misterioso, ambiguo. Bloque que no pertenece a nadie, bloque que, en palabras de Deleuze, “ya no es de nadie, sino que está «entre» todo el mundo”
Y… ¿Quién se anima a imaginar la finitud de la imaginación?
El taller se convierte en la superficie donde transita una lucidez de ojos aniñados. A veces esa lucidez circula entre las sabanas, a veces se levanta y se estrella en la hoja. No hay interior o exterior para esta lucidez. Ella acecha espacios incorpóreos, requiere, pide por una fluidez que no reclame ni insista. El taller, para salvar la pared, no requiere de aprobaciones, consignas ni de profesores.
Se pregunta Breton: “¿En qué punto comienza la imaginación a ser perniciosa y en qué punto deja de existir la seguridad del espíritu?”
¿Acaso la imaginación carga con la culpa de aquellas miradas que no pudimos sostener?
Quizá, la imaginación comienza a ser perniciosa cuando ya no podemos recrear el reflejo de una seguridad que se manifiesta en trazos. ¿Será la mirada lo que no podemos sostener? ¿Qué daña? ¿Qué duele? ¿Un pensamiento que no se sostiene, un pensamiento que también se escapa de sí mismo?
Escribe Deleuze: “El gran error, el único error, sería creer que una línea de fuga consiste en huir de la vida, evadirse en lo imaginario o en el arte. Al contrario, huir es producir lo real, crear vida”
El taller requiere de la invención de bloques de líneas-colores, requiere de la creación de espacios donde se reúnan las líneas que provienen de cada material, de cada mañana, de cada sabana, de cada mirada. Hay (una) necesidad de que todo ello se estrelle en la hoja. Hay una necesidad de ser testigos de esa soledad, de un desierto que palpita.
Escribe Deleuze: “Un creador no hace más que aquello de lo que tiene absolutamente necesidad”
En el taller se superponen innumerables planos-secuencia. Nunca hay una única toma. Se experimenta cierto montaje que enlaza las líneas que aparecen en el tránsito por el espacio. En el taller se realiza una suerte de “montaje institucional”, donde al enlazar líneas e inventar bloques de líneas-colores, momentáneamente, se multiplican los presentes.
¿Puede en esta multiplicidad, en este caos, armarse una continuidad que no dañe?
En el taller, alguien nos enseña la oscuridad de ciertos trazos, nos enseña cómo se multiplica (hoy) su presente. Allí, en el detalle más curioso, puede encontrarse una imaginación que se sacie con el amargo tinte de una afección triste. Allí, esa negra imaginación anticipa que sostener la mirada, estrechar una mano, darse un abrazo o incluso un beso pueden dibujar negras distancias que ficcionen fatalidades.
Lograr teñir esa imaginación con cálidos colores es abrazar afecciones alegres que permitan crear un escape, abrir una línea de fuga. “Ejercer lo inédito, liberar un deseo sin forma y sin función”
En esa multiplicación de los presentes, donde se manifiestan lenguajes de acción presentes, misteriosos y ambiguos, se pueden producir nuevos territorios, gestos que esbozan nuevas líneas y producciones. Allí donde se lee multiplicidad, se lee la posibilidad de desterritorialización, de agenciar nuevas formas, como diría Guattari, de “engendrar cualidades del ser sin precedentes, nunca antes vistas, impensables”
Gisela Candas
http://sadnac.portfoliobox.es/
El taller requiere de la invención de bloques de líneas-colores, requiere de la creación de espacios donde se reúnan las líneas que provienen de cada material, de cada mañana, de cada sabana, de cada mirada. Hay (una) necesidad de que todo ello se estrelle en la hoja. Hay una necesidad de ser testigos de esa soledad, de un desierto que palpita.
Escribe Deleuze: “Un creador no hace más que aquello de lo que tiene absolutamente necesidad”
En el taller se superponen innumerables planos-secuencia. Nunca hay una única toma. Se experimenta cierto montaje que enlaza las líneas que aparecen en el tránsito por el espacio. En el taller se realiza una suerte de “montaje institucional”, donde al enlazar líneas e inventar bloques de líneas-colores, momentáneamente, se multiplican los presentes.
¿Puede en esta multiplicidad, en este caos, armarse una continuidad que no dañe?
En el taller, alguien nos enseña la oscuridad de ciertos trazos, nos enseña cómo se multiplica (hoy) su presente. Allí, en el detalle más curioso, puede encontrarse una imaginación que se sacie con el amargo tinte de una afección triste. Allí, esa negra imaginación anticipa que sostener la mirada, estrechar una mano, darse un abrazo o incluso un beso pueden dibujar negras distancias que ficcionen fatalidades.
Lograr teñir esa imaginación con cálidos colores es abrazar afecciones alegres que permitan crear un escape, abrir una línea de fuga. “Ejercer lo inédito, liberar un deseo sin forma y sin función”
En esa multiplicación de los presentes, donde se manifiestan lenguajes de acción presentes, misteriosos y ambiguos, se pueden producir nuevos territorios, gestos que esbozan nuevas líneas y producciones. Allí donde se lee multiplicidad, se lee la posibilidad de desterritorialización, de agenciar nuevas formas, como diría Guattari, de “engendrar cualidades del ser sin precedentes, nunca antes vistas, impensables”
Gisela Candas
http://sadnac.portfoliobox.es/
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